martes, 18 de junio de 2013

-Levanta. Te llevaré a un lugar. Dijo Jack.

Él era el tipo de hombre que todos querían en parte ser, o que todos odiarían ser.
Su mente era indescifrable, tan loco como genio, ordenado en sus ideas como ilógico a veces.
Tenía la mirada hundida, lo cual cernía una sombra en el contorno de sus párpados que tomaba forma al impactar con sus ojeras hasta desvanecerse.
Sus ojos parecían gritar calma hasta quedarse afónicos, al igual que su voz, capaz de calmar a cualquiera en cualquier situación, o de apuñalarlo sin parar hasta que el oponente cayese inerte por su propio peso.

Yo por mi parte limpié Venecia de mi rostro y me puse en pie.

Caminamos durante horas conversando con el silencio hasta que por fin un sonido de mi garganta anudada salió con ayuda de la duda.

-¿A donde nos dirigimos?

-Ah, ya hemos llegado. Respondió Jack.

Me supo raro, pero entonces pude ver que estábamos frente una ciudad, tan llena de gente como vacía, tan social como falsa. Tan llena de gente vacía y antisocialmente social.

Suspiré, y tosí. No notaba nada raro, pero destrozaba mis pulmones aquel ambiente.

Jack me hizo un gesto con la mano derecha, y empecé a escuchar los acordes de un piano táciturno con notas en bajo ... y tras la música la ciudad mostró su verdadera cara.

Vi amor podrido. De un color que se podría describir como vómitos en besos.
Vi hipocresía fluyendo entre la gente, como un gas que ellos mismos inhalaban, y que espiraban de forma agónica. El color del gas, era el color del miedo.
Jack me dio una máscara, y él también se apresuró a ponerse una.
Continuamos andando y ya había visto esclavos creyendo libertad, idiotas creyendo inteligencia, decadencia creyendo progreso. Proceso evolutivo hacia la desevolución.

Jack escribió en el aire, y las palabras se plasmaban en matices rojos y negros como si atardeciese en versos.
La gente pasaba desapercibida, otros miraban, reían, murmuraban, otros se unían a él y empezaban a escribir en el aire,  cubrían su rostro con las mismas máscaras que Jack y yo teníamos.

  Así llenaron la ciudad de verdad ... y tan pronto como lo hicieron, los no interesados, defensores de la mentira que  proponía la ignorancia, borraban las letras con otros tipos de gases, así más gente se unió, y protestaron con los gritos en alza, y la vista en matices rojos y negros, la música era una verdadera obra maestra.

En ese mismo instante el piano que sonaba se paró y todo se cayó por un momento, se derrumbaron los estandartes y se detuvo el tiempo en mis pupilas reflejadas en una bala, la bala que mató a Jack.

Entonces lo entendí todo.
Levanté furia y mirada, y atardeció en Venecia.

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